Huelo una mujer
de costado azul,
y aun algo más,
sólo nombrarla
el rostro al cielo
y los deseos giran.
Fresca pubertad,
espíritu de aroma
a camelias y pudor.
Hay momentos en que me siento hurgador de letras muertas, alquimista de consonantes, carpintero de vocales, constructor de palabras sueltas que solas se arman en papel. Y hay momentos en que solo me veo equilibrista de mis pensamientos, sin poder volcar en la pluma frase alguna que refleje la tumultuosa volatilidad de mis alocados sentimientos. Y hay momentos en que me basta pronunciar por lo bajo tu nombre,para saberme vivo. Entero
Huelo una mujer
de costado azul,
y aun algo más,
sólo nombrarla
el rostro al cielo
y los deseos giran.
Fresca pubertad,
espíritu de aroma
a camelias y pudor.
Dos figuras,
sus ojos y su boca,
y un yo
primitivo y sorprendido.
El viento desnudo
a la distancia,
se detiene, candente
y sonoro,
entre pañuelos de
un diciembre
atestado de pequeñas
cosas
y luminosas terrazas
descaradas.
Simple contorno
de una vida ajena,
reflejada en un
espejo destinado
a ser solo sombra avergonzada
de palabras
lejanas que caminan
huyendo de un remordimiento
fugaz,
tocando tan solo
mínimos contornos
de lo que una
vez fue silencio brotando
de sus ojos y
su boca tan indiferentes
como ciertas
ventanas que nunca abren.
En otra vida o en una hundida rosa,
esperaré estrecho esa esquiva calma,
torpemente dedicada a aturdirme
en la esquina despiadada de tus dedos.
Oficio viejo el de mi locura altiva,
atada revoltosa a las ondas de tu
cintura.
No te vas dando cuenta,
pero día a día, a ciegas,
vas borrando nombres,
y cada vez son más,
y más cercanos, íntimos.
Y cada jornada tiene,
inevitable uno desvanecido .
Ahora miras el calendario,
y ves que lo más querido,
ya no está, se ha ido,
solo es un simple trazo,
inscripción de tristeza,
y te vas sintiendo más solo,
pensando cual será el día
que tu nombre aparezca
escrito por un cualquiera,
si es que, tal vez, lo escriben,
en ese lento garabatear
de la vida hacia la muerte.
Del pan, apenas solo quedan migas,
la
masa madre, en gesto imposible,
se
abandonó en pliegues y formas,
resbalando
por el resquicio de la nada.
Las
palomas no poseen compasión,
unas
tras otra marchan murmurando
un temblor de alas y picoteos breves.
Desaparecen
las apenadas migajas
y el
tedio da un paso más sobre el suelo.
El
tiempo, en su media mitad, se llueve.
Bajo el
agua, mis manos huelen congojas.
Soy
hierba de otoño,
sombra
de lo vivido,
barro
de varios olvidos.
Antes
era un hombre,
una posible
verdad,
ahora
soy penumbra,
bronca
en el viento.
En el
aire golpeo todavía
y no
hay respuestas
para
dolorosas preguntas
e
incertidumbres ciertas.
Detuve
mi construcción,
se
tumbaron mis andamios.
La
sorpresa y la nada,
desalientan
la voluntad.
… y a
veces ni eso…
Solo nube
helada,
diluvio
de pesares,
llanto
mustio contenido.
Incomprendido
entre
tantos equívocos,
ciego
encanto libre,
de poco
valor y mucho brío.
Una
vida que cupo
siempre
en una mochila,
porción
de soberanía,
contaminada
con vicios
y
muchas ocultas virtudes.
Hoy empiezas
a ser
diluvio
de año viejo,
negándote
a entrar
en una
fúnebre queja,
mandando
al carajo
una
vida que te eligieron,
o que
elegiste sin elegir.
Ignorante alma sabia,
de libertades y rebeldías.
Fracaso que me cabe,
logros que no te llegaron.
Te
imagino
en
blanco y negro,
contrastada
en la
intacta juventud
femenina
que
guarda tu cuerpo.
Impasible,
como
pétalo desnudo,
frenética
en deseo
de encontrar
el instante
en que
la ternura
te
vista
de
llama y belleza.
Colmada
por
saberte amada.
Ilustración: "Mujer colmada" - Escultura - Castora Fe Francisco de Diego (Castorina)
Respiro
silencios
de tiempo,
escombros
de
alguna dignidad,
cobardes,
entre
las sábanas.
Mínimos
remotos
naufragios
sobreviven
en los
párpados cerrados.
Ridículo
impulso
de tolerar la noche.
Sólo es un juego,
relámpago
súbito,
en la
arena, huella,
ese
venir al mundo
con
sabor a frutas
y
transitarlo tibio,
ante
infinitos ojos.
Solo
es un juego
que
termina pronto.
Ironía
de crepúsculo.